Annamo da Pippo a Tivoli
Hace unas semanas fui a cenar a una de las bocaterías más conocidas de Roma y alrededores, fui a Da Pippo. Pippo, el carismático dueño que da nombre al establecimiento, es un hombre de cierta edad, robusto y extrovertido, al que gusta animar el ambiente de su paninoteca, donde prepara uno de los mejores (y más grandes) bocadillos que he tenido placer de comer en esta vida.
El local, pequeño y limpio, se abarrota de gente deseosa de probar las delicias del maestro Pippo. Aunque si bien es cierto, en la actualidad, la mayoría de los bocadillos son preparados por Massimiliano, hijo y sucesor de Pippo. Nada más entrar, podemos observar un gran bancone lleno de productos frescos con los que preparan los bocadillos. Por detrás de este bancone están las parrillas para calentar el pan y algunos productos cárnicos.
Un gran punto a favor de esta bocatería es el poder contemplar el proceso íntegro de la creación de tan suculento manjar. Primero calientan el pan, y una vez está en su punto, empieza el proceso de construcción, capa a capa. En uno de sus más solicitados bocadillos podremos observar como se van añadiendo mayonesa, jamón de parma, lechuga, alcachofas, berenjenas, tomates, salchichas y mozzarella fresca. Una bondad infinita!
El horario oficial de apertura es sobre las 22.30h, y si tienes suerte, es posible que sólo tengas que esperar media hora para disfrutar de un SuperPippo, uno de los bocadillos más solicitados de la carta. El periodo de espera es el principal punto flaco de la paninoteca, y es que esperar hasta 50 minutos de media por recibir tu pedido, puede exasperar hasta el más paciente.
Mai vista una così mala gestione della fila! I panini sembravano buoni visti da lontano ma dopo un’ora e mezza di fila snervante, ammassati come le pecore, ce se siamo andati nervosi e affamati.